- Dar ejemplo.
Las
personas adultas somos un modelo de lectura para los niños. Leamos
delante de ellos, disfrutemos leyendo.
Escuchar.
En
las preguntas de los niños está el camino para seguir aprendiendo.
Estemos pendientes de sus dudas.
Compartir.
El
placer de la lectura se contagia leyendo juntos. Leamos cuentos,
contemos cuentos.
Proponer, no imponer.
Es
mejor sugerir que imponer. Evitemos tratar la lectura como una
obligación. Este es el problema básico con que se encuentran los
niños y jóvenes en muchos centros educativos: las “lecturas
obligatorias” muchas veces no apetecen lo más mínimo.
Acompañar.
El
apoyo de la familia es necesario en todas las edades. No los dejemos
solos cuando aparentemente saben leer.
Ser constantes.
Todos
los días hay que reservar un tiempo para leer. Busquemos momentos
relajados, con buena disposición para la lectura.
Respetar.
Los
lectores tienen derecho a elegir. Estemos pendientes de sus gustos y
de cómo evolucionan.
Pedir consejo.
El
colegio, las bibliotecas, las librerías y sus especialistas serán
excelentes aliados. Hagámosles una visita.
Estimular, alentar.
Cualquier
situación puede proporcionarnos motivos para llegar a los libros.
Dejemos siempre libros apetecibles al alcance de los niños.
Organizarse
La
desorganización puede estar reñida con la lectura. Ayudémosles a
organizarse: su tiempo, su biblioteca…
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